Por mitología guaraní se entiende las creencias del pueblo
guaraní que habitó la región centro-sur de Sudamérica. En particular a las
leyendas y mitos de los pueblos nativos del Paraguay, nordeste de Argentina,
Bolivia y sur de Brasil.
Generalidades
No existen registros escritos de las antiguas leyendas y
mitos asociados al pueblo guaraní. El guaraní (avañe'ẽ) no se escribía hasta la
llegada de los misioneros jesuitas quienes desarrollaron una grafía y
estandarizaron una gramática para esta lengua. Por lo tanto sus creencias
religiosas eran transmitidas oralmente.
Así, el relato de los distintos dioses, leyendas y mitos
relacionados puede variar de un lugar a otro. Las diferencias regionales pueden
ser extremas hasta el punto de redefinir completamente el papel de una deidad
en la religión guaraní.
A pesar de que muchos de los pueblos guaraníes han sido
asimilados a la sociedad moderna y sus creencias han sido alteradas o
sustituidas por el cristianismo (debido en gran parte a la evangelización y el
proceso de sincretismo por parte de los misioneros jesuitas en el siglo XVII),
muchos de los mitos centrales continúan activos en las regiones guaraniticas.
Contrariamente a lo que se piensa, los guaraníes no eran
monoteístas. Si bien Tupá era una divinidad prestigiosa en la sociedad guaraní,
existían dioses supremos que habían creado la "Tierra Sin Mal" y
habían dado origen a los otros dioses en un complicado sistema teogónico.
Los misioneros jesuitas aprovecharán de las características
de la deidad Tupá para relacionarla con el Dios cristiano y desviar de esa
manera el sentido inicial del mito mayor fundacional indígena.
Teogonía y cosmogonía guaraní
Los guaraníes creían que al principio de los tiempos existía
el caos, formado por la neblina primigenia (Tatachina) y los vientos
originarios. Ñamandú, llamado también Ñanderurusú,Ñanderuguasu ("Nuestro
Padre Grande") o Ñanderu pa-patenonde ("Nuestro Gran Padre
último-primero") se crea a sí mismo en medio dicho caos.
El proceso de autocreación de Ñamandú sigue un proceso por
etapas y lo hace a la manera de un vegetal: se afirma sobre sus Raíces (las
divinas plantas de los pies), extiende sus Ramas (brazos con manos
florecidas-dedos y uñas), construye su Copa (diadema de flores y plumas-
Yeguaka) y se yergue como árbol, en postura de elevación celestial.
Una vez autocreado, el corazón de Ñamandú comienza a
resplandecer. Con dicha luz elimina las tinieblas primigenias. Después concibió
la Palabra Creadora (Ayvú) que posteriormente será legada a los humanos para
que éstos desarrollen el lenguaje.
Concluida la creación de su cuerpo, Ñamandú crea a los otros
dioses principales que le ayudarán en su pesada tarea: Ñanderu py'a guasu
("Nuestro Padre de Corazón Grande", padre de las palabras), Karaí
(dueño de la llama y del fuego solar), Yakairá (o Yaraira, dueño de la bruma,
de la neblina y del humo de la pipa que inspira a los chamanes) y Tupã (dueño
de las aguas, de las lluvias y del trueno).
Los tres compañeros de Ñamandú, con sus respectivas esposas,
fueron creados sin ombligos, por no ser engendrados por ninguna mujer. Además
les impartió conciencia de su divinidad y la esencia sagrada del Ayvú.
Los cuatro compañeros procedieron entonces a la creación de
la primera tierra. Ñamandú cruzó dos varas indestructibles y sobre ella asentó
la tierra. Para asegurar que los vientos originarios no la movieran, la sostuvo
con cinco palmeras pindó sagradas: una en el centro y las otras cuatro cada una
en un extremo. Una hacia la morada de Karaí (al Poniente), la segunda hacia el
origen de los vientos nuevos (al Norte), la tercera hacia la morada de Tupã (al
Oriente) y la cuarta hacia el origen del tiempo-espacio primigenio (al Sur,
desde donde vienen los vientos originarios fríos). El firmamento descansa sobre
esas columnas.
Junto a esta tierra, llamada Yvy Tenonde (Tierra Primera) se
crea también el mar, el día y la noche. Comienzan a poblarla los primeros
animales (siendo la primera mbói, la serpiente) y comienzan a crecer las
primeras plantas. Aparecen luego los hombres, que conviven con los dioses.
Los hombres, animales y plantas que habitan este mundo no
son sino un mero reflejo de aquellos creados originariamente por Ñamandú. En su
Morada Eterna, también conocida como Yvága (una especie de paraíso) se
encuentran los originales.
Ciclo de los dos hermanos
Ñamandú se encuentra con Ñanderu Mba'ekuá ("Nuestro
Padre Sabio") y le propone buscar a la mujer. Para ello crean una vasija
de barro y la tapan. Al destaparla, aparece Ñandesy ("Nuestra
Madre").
Ñandesy copula con ambos dioses y engendra un hijo de cada
uno. Al enterarse Ñamandú del "adulterio" de su mujer, recoge sus
cosas y se marcha a su morada celestial. La abandonada Ñandesy sale en la búsqueda de su marido, pero en el
camino se pierde y es devorada por unos yaguaretés antes de que nacieran sus
hijos. Sin embargo éstos, por ser divinos, sobreviven y son criados por la
abuela de los yaguaretés.
Los mellizos se llamaran Ñanderyke'y (hermano mayor), hijo
de Ñamandú; y Tyvra'i (hermano menor), hijo de Ñanderu Mba'ekuá.
Luego de una larga sucesión de aventuras y desventuras,
intentos y fracasos, un continuo recomenzar en los que Añá (tío de los mellizos
y enemigo de éstos) intenta ponerle las cosas difíciles, los dos hermanos
logran reunirse con Ñamandú en la morada eterna. Allí también se encontraba su
madre, Ñandesy, que había sido revivida por su esposo.
Una vez allí, Ñamandú les otorga poderes divinos y el manejo
del día a Ñanderyke'y, que cambia su nombre a Ñanderu Kuarahy ("Nuestro
Padre el Sol") y el control de la noche a Tyvra'i, que pasa a llamarse
Ñanderu Jasy ("Nuestro Padre la Luna").
Ciclo del Diluvio
Destrucción de la Primera Tierra y creación de la Segunda Tierra
En la primera tierra, llamada Yvy Tenonde, los hombres convivían con los dioses, no había enfermedades y no faltaba nunca el alimento.
Sin embargo, uno de los hombres, llamado Jeupié, transgredió el tabú máximo: el incesto, al copular con la hermana de su padre. Los dioses castigaron este acto con un diluvio (Mba'e-megua guasu) que destruyó esta tierra primera y se marcharon a vivir a una morada celestial.
Ñamandú decide crear entonces una segunda tierra, imperfecta, y solicita la ayuda de Jakairá quién esparce la bruma vivificante sobre la nueva tierra. Los sobrevivientes del diluvio pasan a habitar esta tierra donde ahora existe la enfermedad, los dolores y los sufrimientos.
Los hombres que habitan esta nueva tierra, llamada Yvy Pyahu ("tierra nueva") buscarán por siempre retornar a aquella primera tierra: Yvymara'eỹ (la "Tierra Sin Mal").
La tercera tierra
Los mitos orales guaraníes hablan de una tercera
reconstrucción que será sin imperfecciones. Sin embargo, mientras se espera la
llegada de esa tercera tierra, los hombres pueden acceder al Yvymara'eỹ,
siempre y cuando observen determinadas pautas de comportamiento comunal.
En aquella mítica tierra no existirá ningún castigo, no
habrá desventuras ni padeceres, nada se destruirá.
Mito guaraní de la creación
La figura central en la mayoría de las leyendas guaraníes de
la creación es Tupá (Tupã en avañe'ẽ), el dios supremo o dios del trueno. Con
la ayuda de la diosa de la luna, Arasy, Tupã descendió a la tierra en un lugar
descrito como un monte en la región de Areguá (Paraguay). Desde este sitio creo
todo sobre la tierra, incluyendo el océano, la flora y los animales. También
colocó las estrellas en el firmamento.
El mito de la creación del hombre aparece con esta figura a
partir de la acción evangelizadora de los jesuitas (siglo XVII) que
"fusionaron" diversas historias y leyendas de héroes míticos
guaraníes para que encajaran con lo relatado en el Génesis con respecto a la
antropogenia.
Luego Tupã creó a la humanidad en una elaborada ceremonia en
la que formó estatuillas de arcilla representado al hombre y a la mujer. Luego
de soplar la vida en estas formas humanas, los dejó con los espíritus del bien
(Angatupyry) y del mal (Taú) y partió. La primera raza así creada serían los
guaraníes, de quienes se originarían los demás pueblos.*
Los primeros hombres
Los humanos creados por Tupa se llamaban Rupavẽ y Sypavẽ, nombres
que significan "Padre de los pueblos" y "Madre de los pueblos,
respectivamente. La pareja tuvo tres hijos y un gran número de hijas.
El primer hijo fue Tumé Arandú, considerado el más sabio de
los hombres y el gran profeta del pueblo guaraní.
El segundo hijo fue Marangatú, un líder generoso y
benevolente, padre de Kerana (madre de los siete monstruos legendarios del
pueblo guaraní).
El tercer hijo fue Japeusá, que desde su nacimiento fue
considerado un mentiroso, un ladrón y un tramposo. Siempre intentando engañar a
la gente y sacar el máximo provecho de ellos. Eventualmente, éste cometió
suicido ahogándose, pero fue resucitado en forma de cangrejo. Desde entonces,
todos los cangrejos fueron maldecidos teniendo que caminar hacia atrás como
Yapeusá.
Entre las hijas de se destaca Porãsý por sacrificar su
propia vida para librar al mundo de uno de los siete monstruos legendarios.
Se cree que algunos de los primeros humanos ascendieron
después de su muerte para transformarse en deidades menores.
Los Siete Monstruos Legendarios
Kerana, la bella hija de Marangatú, fue capturada por la
personificación del espíritu del mal, llamado Tau. Juntos tuvieron siete hijos,
que fueron malditos por la gran diosa Arasy y todos, excepto uno, nacieron como
monstruos horribles.
Los siete son considerados como figuras centrales de la
mitología guaraní. Así, en muchas regiones los dioses menores han caído en el
olvido mientras que las leyendas de estos siete monstruos se mantienen vivas
incluso en los tiempos modernos.
Por orden de nacimiento, son:
Los siete hermanos
Teyú Yaguá, dios o espíritu de las cavernas y las frutas,
Mbói Tu'i, deidad de los cursos de agua y las criaturas
acuáticas,
Moñái, dios de los campos abiertos. Fue derrotado por el
sacrificio de Porâsý.
Yasy Yateré, deidad de la siesta, único de los siete en no
aparecer como un monstruo,
Kurupí, dios de la sexualidad y la fertilidad,
Ao Ao, deidad de los montes y las montañas,
Luisón, dios de la muerte y todo lo relacionado con ella.
Otros dioses y figuras importantes
Angatupyry, espíritu o personificación del bien (opuesto a
Taú),
Pytajovái, dios de la guerra,
Pombero, espíritu popular travieso,
Ka'a Póra (Caá Porá), extraño y cambiante fantasma femenino
de las selvas,
Ka'a Jarýi (Caá Yarí), dueña de la yerba mate, diosa de
cabellos plateados que regaló a los hombres la planta de yerba mate (Ilex
paraguayensis).
Abaangui, una deidad relacionada con la creación de la luna.
Mala Visión, espíritu vigilante de la tranquilidad y el
mundo puro de la selva.